Un equipo de investigadores del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) ha descubierto en la cueva de El Soplao unas bacterias fosilizadas únicas en el mundo, que vivieron hace un millón de años en un antiguo río subterráneo hoy inactivo. Se trata de una pequeñísima forma de vida, cien veces menor que el grosor de un cabello, y también una de las primeras en habitar el planeta. Este hallazgo, que ha sido publicado en el último número de la revista Geology, abre una nueva línea de investigación en El Soplao, una cueva conocida por sus estalactitas excéntricas y por su yacimiento de ámbar.
Las bacterias de El Soplao construyeron un tipo de "roca biológica" o estromatolito completamente desconocido hasta ahora porque está formado principalmente por óxidos de manganeso y no por carbonato cálcico, como es habitual en estas formas de vida.
Los estromatolitos son rocas formadas por láminas de carbonato como resultado de la actividad metabólica de los microorganismos, principalmente cianobacterias y algas cianofíceas. Uno de los ejemplos vivos más conocidos de estas "rocas biológicas" se encuentra en la costas occidentales de Australia, aunque aparecen en el registro fósil desde hace 3.500 millones de años y representan las primeras evidencias de vida en la tierra.
Pero las bacterias que ha descubierto ahora el equipo que dirige el investigador del IGME Rafael Lozano no construyeron el edificio estrematolítico como resultado de la fotosíntesis, ya que se ha formado en una cueva, en ausencia total de luz.
Sin luz ni nutrientes
Según Lozano, los estromatolitos de El Soplao se formaron hace más de un millón de años en un río subterráneo hoy prácticamente inactivo y están constituidos principalmente por óxidos de manganeso, que son de color negro, y no por el habitual carbonato cálcico. Este científico explica que el fuerte contraste entre el negro de los estromatolitos recién descubiertos y el blanco de las excéntricas fue una de las primeras cosas que llamó la atención de los investigadores. A su juicio, precisamente ese color oscuro en un espacio sin luz ha podido ser la causa de que hayan pasado inadvertidos hasta el momento.
El manganeso disuelto en el agua del río fue aprovechado por las bacterias, un tipo especial de microorganismo capaz de oxidar este mineral y que estaba adaptado a vivir en un medio hostil, sin luz y con una disponibilidad de nutrientes muy escasa.
"Se trata de unos organismos quimiosintéticos, ya que para sintetizar su materia orgánica utilizaban una reacción química (la oxidación del manganeso) en lugar de luz como hacen los organismos fotosintéticos", según explica el profesor titular de la Universidad Complutense e investigador del equipo que ha hecho el descubrimiento.
Cien veces más finas que un cabello
Gracias a la inusual y excelente conservación de las bacterias fósiles se ha podido justificar el origen biológico de estos materiales. Y es que, señala el Instituto, la materia orgánica de las células bacterianas se degrada muy pronto, lo que se une a que las bacterias son cien veces más pequeñas que el grosor de un cabello, por lo que la abundancia de los restos fósiles de microorganismos en El Soplao y su conservación se ha convertido en una de las claves de este hallazgo.
El descubrimiento, destaca, supone un avance en el conocimiento de la actividad de microbios extremófilos especializados en oxidar el manganeso y aporta nuevas claves para comprender las condiciones en las que se formaron los estromatolitos fósiles de hierro y manganeso que se preservan en rocas de hace unos 2.000 millones de años.
Este nuevo hallazgo se suma a otras curiosidades científicas de la cueva de El Soplao y su entorno. Esta cueva, abierta al público desde 2005, se encuentra en las montañas de Cantabria y es conocida por sus espeleotemas, por sus bellas helictitas o estalactitas "excéntricas", además de por el entramado de galerías mineras, excavadas para el beneficio de zinc y plomo durante el siglo XIX y XX.
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