15 ene 2011

El Kepler 10b está a 560 años luz de nosotros, es rocoso y de tamaño similar a nuestro planeta, pero su temperatura supera los 1.600 grados

La misión espacial Kepler, de la NASA, ha descubierto el exoplaneta más parecido a la Tierra identificado hasta ahora. Bautizado como Kepler 10b, se trata del planeta rocoso (sólido) más pequeño de los encontrados, ya que su diámetro equivale apenas a 1,4 veces el terrestre, mientras que su masa es 4,6 veces superior a la de la Tierra.
 
No cabe hacerse ilusiones, sin embargo, sobre la posibilidad de que exista vida en él, ya que si bien Kepler 10b orbita en torno a una estrella (Kepler 10) muy similar a nuestro Sol, su distancia a la misma es veinte veces menor que la que separa a Mercurio del Sol. Ello significa que la temperatura media sobre la superficie de ese exoplaneta es superior a los 1.600 grados centígrados. Y su velocidad es de vértigo, ya que completa una vuelta en torno a su estrella cada 0,84 días.
 
El descubrimiento, anunciado ayer por la Agencia Espacial estadounidense en la American Astronomical Society, reunida esta semana en Seattle (Washington), y recogido en su página web, será publicado en un exhaustivo informe por el prestigioso Astrophysical Journal.
 
Fuera de la «zona de habitabilidad»
 
Kepler 10b se halla claramente fuera de lo que los científicos denominan “zona de habitabilidad”, en la que sería posible el desarrollo de alguna forma de vida tal como la concebimos. Y está constituido esencialmente de una mezcla de rocas y lava incandescente, ya que a esa temperatura elementos como el hierro están en estado líquido.
Además, tampoco está aquí al lado precisamente, ya que se halla en la constelación del Cisne, a unos 560 años luz de nosotros. El descubrimiento de la sonda Kepler significa, en realidad, que hace 560 años un exoplaneta de las mencionadas características orbitaba en torno a la estrella Kepler 10. Lo lógico es que siga allí, ya que ese lapso de tiempo es casi insignificante en la escala del Universo.
 
Ha sido descubierto por el “método de tránsito”, es decir, midiendo las oscilaciones experimentadas por el brillo de su estrella, la Kepler 10, tanto en intensidad como en tiempo, cada vez que el planeta pasa entre ella y la sonda detectora.
 
Nadie ha visto jamás un exoplaneta
 
Es ese temblor de las estrellas lo que permite descubrir planetas a su alrededor. Nadie ha visto jamás un exoplaneta ni lo verá. Los cuerpos, incluidos los celestes, soló pueden verse por la luz que emiten o reflejan. Y a esa distancia no hay telescopio que lo capte. Su simple búsqueda equivale a encontrar una pulga que se desplazase por el haz de luz de los faros de un coche.
 
Pero los instrumentos y los modelos desarrollados por los astrofísicos han alcanzado tal grado de fiabilidad que pueden no solo hallar esos planetas sin verlos, sino además determinar su masa y su posición, y por ende su composición y los movimientos que describen.
 
La loca carrera en busca de la vida
 
La misión espacial Kepler, de la NASA, compite en la búsqueda de exoplanetas con la misión Corot, de la Agencia Espacial Europea, la ESA. Y es una loca carrera en busca de vida en el Universo. Tan dura y competida como las que mantuvieron Amundsen y Scott por conquistar el Polo Sur; o Livingston y Stanley por hallar las fuentes del Nilo.
 
La ESA anunció en mayo de 2009 el hallazgo de un exoplaneta, el Corot 7b, presentado como el más pequeño hallado hasta entonces –su diámetro es 1,7 veces el de la Tierra-, posiblemente también rocoso, y con una temperatura cercana a los dos mil grados. Imposible la vida.
 
A finales del pasado septiembre, astrónomos de las universidades de Carolina y Santa Cruz presentaron el descubrimiento del exoplaneta Gliese 581g, anunciado entonces como “el que más se parece a la Tierra... en el que podría haber agua en estado líquido”. Nada se ha podido comprobar sobre él, y la clase científica discute todavía si se trata de un error. Si existe o no.
 
Ley de probabilidades
 
Hasta hoy son ya más de 550 los exoplanetas descubiertos desde que se confirmara su existencia en 1995. La inmensa mayoría de ellos son gigantes gaseosos del tipo de Júpiter o Saturno. Demasiado fríos. Demasiado calientes. La totalidad de ellos, fuera de la “zona de habitabilidad”. Imposible la existencia de agua.
 
Pero la simple ley de probabilidades apunta a que entre los billones de billones de billones de estrellas del Universo debe haber muchos, por qué no millones, de planetas habitados por alguna forma de vida... O tal vez no. Las misiones Kepler y Corot siguen buscando.

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